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jueves, 31 de marzo de 2011

La Tumba de Alejandro de Valerio Massimo Manfredi.


Desde mi niñez me llamó la atención la figura de Alejandro Magno, joven conquistador de medio mundo conocido, y con el que se compararon sin éxito Julio César y Napoleón. Dicho interés se vio acrecentado unos años después tras leer la trilogía Alexandros, del italiano Manfredi, y que se convertiría a la postre en autor de referencia.
Y quién mejor que Valerio para intentar alumbrar (o intentarlo al menos) uno de los grandes misterios pendientes de la arqueología: la localización de la tumba de Alejandro. En este volumen seguimos su pista desde su prematura muerte en Babilonia hasta su posible lugar final de descanso, así como las características de la tumba y sarcófago, donde como no podía ser de otra forma abundaba el oro. No es fácil esta tarea debido a las intrigas que se sucedieron a su muerte entre su familia y sus generales de confianza, los cuales se disputaron su herencia aliñada con más de un baño de sangre.
Entre los posibles destinos que se barajan se encuentra su Macedonia natal, donde descansaban en paz sus antepasados; el Oasis de Siwa, lugar trascendental en su carrera; la ciudad de Alejandría, fundada por él mismo y que parece ser la que mayor posibilidades tiene y por último la ciudad de Venecia por una posible coincidencia del destino con los restos de San Marcos.
Y es Alejandría la quizás más acertada porque Ptolomeo fue el general de Alejandro que más éxito tuvo en la lucha por su herencia, anexionandose el milenario Egipto bajo su poder. Sin embargo, tanto las turbulencias históricas como naturales que azotaron la ciudad alejandrina, asolada por luchas de religión, terremotos y maremotos, han borrado hasta nuestros días las posibles huellas que podrían dirigirnos hacia la tumba, que tras tantos avatares del destino probablemente ya no exista.
Manfredi y su conocimiento son de fiar, pues no sólo es escritor, sino arqueólogo de profesión que ha participado en innumerables excavaciones por todo el mundo (y que tan bien describe en sus novelas), y sabe de qué va el tema. 
En fin, que aunque no sepamos donde descansa, Alejandro Magno sigue siendo uno de los iconos de nuestro mundo y sigue manteniendo su cautivador influjo más de dos mil años después de su prematura desaparición, dejándonos con la duda de como habría sido nuestra cultura si hubiera podido continuar sus planes de conquista mundial, siguiendo los valiosos consejos de su celebérrimo maestro Aristóteles.

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