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lunes, 5 de marzo de 2012

La Mujer de Negro.

Hacía mucho tiempo que no pisaba un cine y el reencuentro no ha podido ser más satisfactorio. A cualquiera que se le diga que hemos pagado para pasar miedo y disfrutar con ello quizás lo considere una locura, pero es la pura verdad.
El ambiente decimonónico inglés es bien propicio para que crezca en él el misterio y el terror. Las viejas mansiones victorianas, los cementerios cubiertos de musgo y la moda del espiritismo en pleno auge sirven de abono al miedo, ese miedo que tantas caras tiene...
El joven, pero maltratado por la vida, Arthur Kipps deberá viajar a un solitario pueblo inglés para realizar un trabajo burocrático del que dependerá la manutención de su familia y su propio resurgir personal. Pese a todos los impedimentos y advertencias que recibirá para no llevarlo a cabo, su tesón y su honor irán por delante para no echarse atrás y cumplir con su deber cueste lo que cueste.
Pero lo que más destaca del personaje es su valentía. Plantará cara y se mantendrá firme ante situaciones en la que la mayoría de los mortales (yo incluido) tomaríamos las de Villadiego a toda velocidad.
Con un comienzo a saco, la tensión se mantendrá durante toda la película hasta el último segundo final. Con sustos intercalados de forma individual o enlazados en largas secuencias de tensión constante rozando el límite, los corazones débiles tendrán dificultades para soportar tan dura prueba. Incluye todos los tópicos de una película de terror manejados de forma magistral: casas encantadas, muñecas antiguas, ruidos en el piso de arriba... Recuerdo con ironía un libro leído hace bien poco y que trataba un tema parecido pero sin llegarle a la altura de los zapatos a esta producción. Aquí el miedo es de verdad, sin concesiones al romanticismo.
Me apunto a la autora del libro original, Susan Hill, para mis futuribles. Y leo que la obra tuvo mucho éxito primero en el teatro y luego en una serie para televisión desconocida para mí. Atiendo con cariño el resurgir de la mítica productora Hammer, que tantos clásicos del terror puso en circulación cinematográfica y que parece que camina con buen pie de nuevo.
Y si crees que lo peor ha pasado cuando ya estás fuera de la sala de cine, prepárate al llegar a casa. Cada puerta que abras, cada luz que enciendas o cada vez que te mires al espejo tendrás la duda de si estarás tú solo o aparecerás acompañado de algo desconocido. Una buena ducha para quitarse de encima todos los sudores fríos acumulados vendrá bien, pero no será del todo suficiente.
Hace ya algún tiempo escribí una entrada sobre las diferentes caras del terror y como afectan a cada persona. Con esta película he descubierto que el miedo es cambiante y evoluciona al mismo compás que nuestra vida. Nuevos miedos aparecen según sean nuestras circunstancias vitales. En mi caso, un miedo que se intuía desde hace unos dos años se ha hecho completamente real y con toda posibilidad durará para siempre, sacando la conclusión positiva de estar alerta y ser plenamente consciente de él para que no me pille por sorpresa y pueda afrontarlo con todas las garantías.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Una buena película y eso que no esperaba mucho, pero al ver el logo de la Hammer y la cuidadísima ambientación ya me sumergí en ese mundo que parece salido de un relato de Poe.

Consiguió darme un par de sustos y creo que pocas pelis me han asustado, entre ellas "El resplandor".

Destacar una cosilla (spoiler), o la Mujer de Negro era una desgraciada malagradecida o dio las gracias de una forma muy personal (reuniendo a la familia).

Un saludo =D

Mr. Gibson dijo...

Un hueso duro de roer sin duda, pese a las magníficas cualidades del protagonista.

Anónimo dijo...

Rockero cervecero... t'has cagao.

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